Revista bilingüe mitt Zweisprachiges Magazin Fundada como Mitteilungsblatt en 1932

Septiembre 2025 / No. 747   Mitt

Mal de Parkinson

Qué esperar donde hay poca esperanza

La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurodegenerativo crónico que afecta principalmente al sistema nervioso central.

Exhibe como síntomas principales la presencia de temblor, lentitud, rigidez muscular, cambios en la postura y el equilibrio, disminución o lentitud de los movimientos, como parpadear, sonreír o mover los brazos al caminar, así como alteraciones en el habla o en la escritura y pérdida de olfato.

Todo ello se debe a la degeneración progresiva de las neuronas dopaminérgicas en la sustancia negra del cerebro, lo que provoca una disminución de dopamina, neurotransmisor esencial para el control del movimiento. La dopamina es un componente que contribuye a la transmisión de mensajes al cerebro para controlar los movimientos del cuerpo. Ayuda a tener movimientos musculares coordinados, pero a la vez juega un papel en el estado de ánimo.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad de Parkinson afecta a una de cada 100 personas mayores de 60 años, y se estima que para el año 2030 habrá alrededor de 12 millones de pacientes en el mundo.

En México, entre 300 mil y 500 mil personas viven con Parkinson, y cada año se registran 50 casos nuevos por cada 100 mil habitantes, sobre todo hombres. Es la tercera causa de consulta en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía.

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Aunque puede aparecer en cualquier grupo étnico y género, hay ciertos patrones epidemiológicos:

       Edad: La mayoría de los casos se presenta después de los 60 años, aunque entre el 5 y el 10 por ciento se manifiestan antes de los 50.

       Género: Los hombres tienen entre 1.5 y 2 veces más probabilidades de desarrollar Parkinson que las mujeres.

       Factores ambientales: La exposición a toxinas, a pesticidas o metales pesados y a otras sustancias químicas es un agravante. El agua de pozos en zonas rurales aumenta el riesgo.

       Genética: Aunque la mayoría de los casos no son hereditarios, entre el 15 y el 25 por ciento de los pacientes cuenta con antecedentes familiares. Si bien se han identificado algunos genes relacionados con la enfermedad, en la mayoría de los casos no tiene que ver con la herencia genética.

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Los síntomas del mal de Parkinson se dividen en motores y no motores:

Motores:

       Temblores en reposo (especialmente en manos, mandíbula o piernas)

       Rigidez muscular

       Bradicinesia (lentitud de movimientos)

       Problemas de equilibrio y postura

       Cambios en la escritura y el habla

No motores:

       Depresión y ansiedad

       Trastornos del sueño

       Estreñimiento

       Fatiga

       Dificultades cognitivas y de memoria

Es fundamental el diagnóstico temprano de la enfermedad de Parkinson para lograr la mayor efectividad del tratamiento en el control de síntomas y así mejorar la calidad de vida de los pacientes.

Aunque no existe cura definitiva, los avances científicos han mejorado de manera significativa el diagnóstico y manejo de la enfermedad. De hecho, la investigación apunta hacia tratamientos personalizados basados en genética, biomarcadores y tecnología avanzada como inteligencia artificial y realidad virtual.

El objetivo es no sólo aliviar síntomas, sino intervenir en los mecanismos subyacentes de la enfermedad.

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Terapias emergentes

       Terapia génica: Busca restaurar la producción de dopamina mediante la modificación genética.

       Células madre: Prometen regenerar neuronas dañadas y ralentizar la progresión.

       Estimulación cerebral profunda: Optimizada con marcapasos inteligentes que ajustan pulsos eléctricos en tiempo real.

       Fármacos innovadores: Nuevas formulaciones como levodopa de liberación prolongada y entacapona para mejorar la eficacia.

Terapias complementarias

       Musicoterapia con reguetón: Ritmos constantes ayudan a sincronizar el movimiento y mejorar el estado de ánimo.

       Olfato canino: Perros entrenados pueden detectar la enfermedad en etapas tempranas gracias a compuestos volátiles en la piel.

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