Revista bilingüe mitt Zweisprachiges Magazin Fundada como Mitteilungsblatt en 1932

Octubre 2019 / No. 689   Mitt

El Color

Los materiales, la psicología y los matices en el cine

Vemos colores y en ellos percibimos significados, emociones, algo más allá que la experiencia de captar un amarillo, un rojo, un verde, un azul y otras combinaciones que laten con su corazón de luz y sombra en el arte, la industria, la ropa, el cine. El color va más lejos de lo que aparenta, ¿o no?

 

El ojo humano cuenta con una visión tricromática, es decir, los fotorreceptores sensibles a los colores constan de tres tipos: unos reaccionan a la luz roja, otros a la verde y unos más a la azul. Los distintos estímulos nos permiten apreciar las infinitas combinaciones de miles de colores.

Un ojo humano sano tiene tres tipos de conos (las células fotosensibles situadas en la retina). Cada uno de ellos puede registrar alrededor de 100 tonalidades. Por esta razón, los investigadores creen que podemos distinguir alrededor de un millón de colores.

En contraste, hay animales que no son capaces de ver colores. Formas sí, pero su entorno es en blanco y negro. De hecho, gran parte del resto de los mamíferos tienen ojos dicromáticos, con fotorreceptores sensibles a las ondas cortas (azul y violeta) y a las ondas medias (verde y amarilla).

 

Hay animales que tienen problemas para diferenciar colores, pero hay algunos que cuentan con otras ventajas, como su capacidad de ver en la oscuridad; por otro lado, hay animales e insectos que pueden ver colores que nosotros no somos capaces ni de imaginar. Por ejemplo, los ojos de las mariposas suman cinco tipos diferentes de conos, así que pueden ver la luz ultravioleta de una manera imposible para nosotros.

 

Goethe y la personalidad del color

 

Vivimos rodeados por colores, pero el simbolismo de los colores es un territorio algo ambiguo. En el campo científico este simbolismo no es aceptado del todo, porque el color tiene muchas lecturas dependiendo del contexto.

 

En el siglo XIX, el escritor Johann Wolfgang von Goethe, el autor de Fausto, escribió una Teoría del color (1810) que contiene algunas de las primeras y más precisas descripciones de las sombras coloreadas, la refracción y el acromatismo / hipercromatismo. Él sentó las bases de la psicología del color que conocemos hoy, destacando la percepción humana como algo que no tomó en cuenta Newton.

 

La diferencia entre las teorías de Goethe y de Newton es que el primero dio a la percepción del color un papel primordial, inclusive al aspecto subjetivo, atribuyéndole un valor determinado, una especie de personalidad a los colores.

 

Esto conllevó un distanciamiento inmediato en relación con los métodos científicos, pero Goethe, al final, quedó como el maestro precursor de la psicología del color como tal, que se basa en analizar el efecto del color en la percepción y la conducta humana.

 

La psicología de los colores

 

Hoy se sabe que reaccionamos a los colores. Inclusive existe una rama de la psicología moderna que intenta analizar cómo los percibimos y cómo nos comportamos ante ellos, al igual que las emociones que suscita cada tono y matiz.

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Cuando los publicistas y diseñadores desarrollan sus logos y emblemas, tienen en cuenta este campo de estudio, y aplican sus fórmulas como si fuera algo químico; los colores que emplean envían un mensaje intencionado al consumidor. Lo mismo ocurre cuando diseñan una tienda o un restaurante o una clínica; se valora el aporte emocional de los colores.

 

Ahora se habla de la arte-terapia, donde el color se asocia a las emociones de un paciente. A menudo se busca influenciar el estado físico; por ejemplo, los estudios han demostrado que el rojo aumenta el ritmo cardíaco, lo que provoca un aumento de adrenalina y hace que los individuos se sientan entusiasmados.

 

La relación entre una tienda y el cliente se subraya con colores: hay un grupo comercial especializado en el uso de los colores, el Color Marketing Group, que asegura que “casi 85 por ciento de las razones por las que una persona elija un producto sobre otro tiene que ver con la percepción del color”.

 

Se sabe, además, que el rojo estimula el apetito, lo cual explica por qué las  cadenas de comida rápida como McDonald’s, Pizza Hut, KFC y Wendy’s aplican ese color en sus logotipos y tiendas.

 

En la trinchera de la industria

 

Pero cada vez surgen en los laboratorios colores inesperados. Hace una década, un pigmento increíblemente brillante, llamado azul YInMn, recibió de inmediato licencia para su uso comercial. En 2009, el químico y profesor de la Universidad Estatal de Oregón, Mas Subramanian, se ocupaba de un proyecto relacionado con la electrónica, cuando de pronto dio con un raro pigmento azul, bautizado más tarde como Azul YlnMn.

 

El vibrante color es el primer nuevo azul que se ha descubierto en más de 200 años. Por supuesto, la compañía de ceras Crayola mostró de inmediato interés en sumar ese nuevo color a su escala cromática. Y es que el azul YInMn es un color precioso, descrito como “duradero”, y que, inclusive, mezclado con agua no pierde sus características cromáticas. 

 

También, hace unas semanas, el Salón de Frankfurt presentó, entre otras maravillas, un color negro-negro, de verdad negro, aplicado al BMW X6 Vantablack, el negro más oscuro del mundo, un color que absorbe más de 99 por ciento de la luz.

 

Por el momento sólo es un vehículo de exhibición, pero el bólido negro parece que se traga los reflejos de la noche. El creador de este negro absoluto, que se aplica con spray, lo llamó Vantablack a partir del acrónimo Vertically Aligned Nano Tube Array, es decir, “una matriz hecha de piezas de carbón tan pequeñas, que mil millones de estos nanotubos caben en un centímetro cuadrado”. Su diseño elimina 99.965 por ciento de los reflejos “desde el ángulo del que se le mire”.

 

Colores más allá del arcoíris

Los colores siempre han acompañado a la humanidad. La han vestido con telas que distinguían a las clases sociales.

Durante milenios se han aprovechado los colores, los aditivos y las materias colorantes naturales. Las culturas antiguas extraían los pigmentos de raíces de plantas, de insectos, de conchas, de animales y de minerales. 

Con ellos entintaron sus ropas, pintaron pieles y decoraron objetos recreativos o religiosos.

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Como se sabe, los pintores cavernícolas emplearon carbón de madera y ciertos minerales, como el ocre, la hematita y el manganeso para realzar las imágenes en cuevas como Altamira, en España, o la gruta de Lascaux, la Capilla Sixtina de la Prehistoria, donde artistas anónimos esbozaron numerosas figuras de animales y soplaron el color por medio de huesos o varas huecas. 

 

Los pintores de la Edad de Piedra no aplicaron el color azul, que está presente en todo, pero que tardaría centurias en descubrirse. Muchos siglos después, los griegos encontraron otra manera de obtener tintes y púrpura a partir de un molusco marino de la familia de los muricidos, el múrex.

 

Otros colores para vestirse

 

La puìrpura de Tiro es una materia colorante natural que fue muy empleada por los antiguos. De hecho, en 1600 a.C. ya se empleaba en Creta, aunque para producir un gramo de puìrpura se necesitaban más o menos nueve mil moluscos. Además, los antiguos conocieron el cinabrio (sulfuro de color rojo bermellón), un carbonato de cobre compuesto de azufre y mercurio.

 

El color rosa lo recogían de unas flores, las del Carthamus tinctoriuns; el orlean, (la anata), de color rojo-anaranjado, lo conseguían a partir de la pulpa de la semilla del fruto Bija orellana, etcétera.

 

En el Renacimiento, con el hallazgo de nuevos territorios, se aprovecharon sustancias vegetales como el palo de Campeche, el índigo natural; el amarillo lo obtenían de la cúrcuma, de la corteza de esta planta.

 

En cuanto a los animales, se empleaba la cochinilla, un insecto que se reproduce en las pencas de nopal, y del que se obtiene un extracto de color rojo natural o carmesí, que al ser mezclado con ácidos (como el jugo de limón) da otros tonos de rojo, pero al combinarse con sustancias alcalinas cambia a morado”.

 

Los indígenas, antes de la llegada de los españoles, “ya conocían las propiedades tintoreras de la grana cochinilla”. La empleaban para realizar códices y para teñir textiles.

 

Hace muchos años se logró extraer también un colorante azul estable a partir de una planta, la Indigófera tintórea, crucial para teñir la lana, por ejemplo.

 

Otros colorantes, pero de origen mineral, fueron los óxidos férricos, como el ocre y la umbra (tierra de sombra), el cinabrio (Hg), el azul de montaña o azurita, un carbonato de cobre hidratado de color plata. También el lapislázuli y el color azul ultramar.

 

A comienzos del siglo XIX, después del descubrimiento de la anilina, se multiplicaron las posibilidades de los colorantes sintéticos. De hecho, la síntesis del carmín, del índigo y el desarrollo de otros colorantes contribuyeron con resultados tan importantes, que condujeron al estudio e investigación de los fundamentos químicos de los colorantes naturales.

 

El color en el cine

 

El cine, por su lado, adora el color. Al principio fue mudo, y todo eran sombras de blanco, gris y negro. Pero luego supo añadir colores gracias a los avances de la fotografía, y se volvió magia.

Como se vio en la cinta El Mago de Oz, que cambia de blanco y negro a colores, el cine transmite desde entonces mensajes subliminales a través del color.

 

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Con Lo que el viento se llevó, el empleo del color ganó los corazones de sus audiencias. Los colores, bien dosificados a lo largo de las eescena mantienen a su público no sólo entretenido, sino emocionado.

 

A lo largo de su historia, el cine ha explorado diferentes formas de utilizar la imagen para transmitir un relato, y las combina con la banda sonora, con la fotografía, con los diálogos, con las actuaciones, con el guión.

 

El séptimo arte conjunta a las otras artes, y aprovecha los recursos narrativos que sorprenden y logran despertar nuevas emociones en los espectadores, como los movimientos de cámara, y, algo menos perceptible, la paleta de colores que se mezcla con la atmósfera; a este procedimiento se le llama etalonaje.

 

El etalonaje cinematográfico es el proceso mediante el cual se dota a un producto de una determinada estética visual. Es habitual señalar en este apartado a filmes como Kill Bill, El Padrino o 2001: Odisea del espacio, pero las referencias van más allá de las típicas. De hecho, hoy día es prácticamente inconcebible una cinta sin su particular sello cromático, ya sea una alta producción o cine de bajo presupuesto”.

 

Esto opina Lucía Tello, especialista en creación de guiones audiovisuales de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), quien sabe que el estudio del color ha despertado la atención de diversos autores a lo largo de la historia.

 

Ella considera a Goethe y a su teoría de los colores como la fuente de la psicología cromática. En efecto, la misma que más tarde fue adoptada por directores de fotografía en todo el mundo.

 

“Emplear amarillo, azul o rojo no sólo modifica el valor estético, sino también el narrativo”, dice, y añade que “la corrección del color con fines psicológicos es una constante que se puede comprobar muy claramente en múltiples cintas”.

 

Un ejemplo clave para ella es la película de Damien Chazelle, en cuanto a la construcción narrativa del color, La La Land. Ella recomienda verla, y no una vez, sino varias, para apreciar toda esa gama de matices y colores registrados con maestría en cada momento de este interesante film.

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