No existe cura aún, pero la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) acaba de aprobar un medicamento experimental: lecanemab, un fármaco que tuvo beneficiosos resultados en cuanto a retrasar el deterioro cognitivo en pacientes de Alzheimer leve.
Cabe señalar que hay una diferencia entre la enfermedad leve o moderada y la grave o aguda. En la primera, el daño tiene lugar en las áreas del cerebro que controlan el lenguaje, el razonamiento, el pensamiento consciente y el procesamiento sensorial, como la capacidad de detectar correctamente sonidos y olores. La pérdida de memoria y la confusión empeoran, y las personas comienzan a tener problemas para reconocer hasta a sus familiares y amigos. Es posible que no puedan aprender cosas nuevas, realizar tareas de varios pasos como vestirse o enfrentarse a situaciones inéditas. Además, las personas en esta etapa pueden tener alucinaciones, delirios y paranoia y comportarse de forma impulsiva.
En el caso de la enfermedad grave, el tejido cerebral se reduce considerablemente y los pacientes no pueden comunicarse. En este caso dependen por completo de otros para su cuidado. Cerca del final de la vida, es posible que la persona pase en cama la mayor parte o todo el tiempo mientras el cuerpo se va deteriorando.
Algunos avances
Ante esto, los científicos han logrado hasta ahora enormes avances en la comprensión de la enfermedad, y este conocimiento sigue en aumento. No obstante, aún no se entiende por completo qué causa la enfermedad. En aquellas personas con la enfermedad de Alzheimer de inicio temprano, la causa puede ser una mutación genética. En cambio, la de inicio tardío surge de una serie compleja de cambios cerebrales que pueden ocurrir durante décadas.
En las posibles causas interviene una combinación de factores genéticos, ambientales y de estilo de vida. El riesgo de desarrollar esta enfermedad puede variar de una persona a otra, y la importancia de cualquiera de los factores mencionados provoca aumento o disminución de su impacto.
El Alzheimer suele comenzar después de los 60 años. El riesgo aumenta a medida que la persona envejece. El riesgo es mayor si hay personas en la familia que tuvieron la enfermedad.
Seguido a esto se encuentra como factor de riesgo el género, donde las mujeres tienen un poco más de probabilidades de padecerlo, como lo señala la OPS [Organización Panamericana de la Salud]: “Las mujeres se ven afectadas de forma desproporcionada. En la región de las Américas, el 66 % de las muertes por Alzheimer y otras formas de demencia es en mujeres.” Esto nos hace preguntarnos por qué.
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De acuerdo con un artículo de la Harvard Medical School, una de las razones principales de que las mujeres sean más propensas a desarrollar Alzheimer es porque tienen probabilidades de vivir más tiempo que los hombres, por lo menos cinco años más, y aunque el artículo menciona que esto no se relaciona sólo con el envejecimiento, se precisa que cuando una persona vive más, aumenta la posibilidad de desarrollar Alzheimer.
¿Esperanza a la vista?
Los expertos sugieren que los hábitos saludables pueden mitigar su desarrollo, como el no consumo de alcohol y cigarrillos, e incluso la actividad física.
No obstante, hay indicios de que existe una asociación entre la dieta mediterránea y la disminución de riesgo de Alzheimer, según lo corrobora el estudio “Dieta mediterránea y sus efectos benéficos en la prevención de la enfermedad de Alzheimer”, de Arnoldo Miranda, Carolina Gómez-Gaete y Sigrid Mennickent; esta investigación determina que en la década de 1960, las personas que vivían cerca del Mar Mediterráneo mostraban índices bajos de enfermedades cardiovasculares, por lo que ello se asoció con la alimentación y su estilo de vida.
Ahora, la FDA ha aprobado dos remedios que podrían ralentizar el deterioro cognitivo que destruye la vida de millones de personas. Sin embargo, los fármacos son caros, pueden causar efectos secundarios adversos y, en el mejor de los casos, pueden tener beneficios modestos para preservar la función cerebral a medida que avanza la enfermedad. Algunos expertos sostienen que los beneficios del tratamiento no compensan claramente los riesgos.
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