La tecnología alrededor del ácido ribonucleico mensajero, o ARNm, ha sido catalogada como una “revolución silenciosa”, ya que tropezó con muchos reveses, avances y retrocesos.
Los resultados publicados por Karikó y Weissman en su artículo seminal de 2005, en su momento recibieron poca atención, pero sentaron las bases de avances de importancia crítica que fueron relevantes para la humanidad durante la pandemia. Ahora, con el Nobel en la vitrina de los grandes aportes de la ciencia, una legión de investigadores de todas partes del mundo señala que esta herramienta será recordada como uno de los inventos científicos más importantes de las últimas décadas.
Expertos del Instituto Karolinska de Estocolmo, el organismo responsable de elegir cada año los Premios Nobel de Fisiología o Medicina, determinó que este año fuera concedido a Katalin Karikó y Drew Weissman, por sus descubrimientos sobre modificaciones de bases de nucleósidos que permitieron el desarrollo de vacunas de ARNm eficaces contra el Covid-19”, según explicaron, y reiteraron que, “…a través de sus descubrimientos fundamentales sobre la importancia de la modificación de las bases en el ARNm, los laureados con el Nobel de este año contribuyeron críticamente a este desarrollo transformador durante una de las más grandes crisis de salud de nuestro tiempo”.
Antes de recibir el Nobel, ambos científicos habían obtenido el Premio Breakthrough 2022 en reconocimiento a su trabajo, y previamente el Premio Princesa de Asturias de 2021, por sus estudios sobre el ARNm. Katalin Karikó, investigadora húngara que, por cierto, enfrentó arduas dificultades al inicio de su carrera, ya que fue ignorada y degradada en varias ocasiones, actualmente es profesora en la Universidad de Szeged, en Hungría, y profesora adjunta en la Universidad de Pensilvania. Es, además, vicepresidente-senior de la empresa BioNTech RNA Pharmaceuticals. Por su parte, Drew Weissman, quien conoció por casualidad a Karikó en un centro de fotocopiado, donde platicaron de sus proyectos científicos, desarrolló su investigación premiada de la mano de la profesora Karikó en la Universidad de Pensilvania. En la actualidad es profesor en dicha universidad estadounidense y director del Instituto Penn de Innovaciones de ARN.
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La creación de la vacuna
Cabe recordar que el ARNm es una molécula que aparece cuando se copia un tramo de ADN y la respectiva información se transporta a la parte de las células donde se fabricarán las proteínas que componen nuestro cuerpo.
Es importante recalcar que el método que usa ARNm en las vacunas no surgió con la pandemia de coronavirus. Esta tecnología comenzó a investigarse en la década de los noventas, pero en los últimos 15 años ha tenido un desarrollo exponencial gracias a descubrimientos que paulatinamente hicieron que su aplicación fuera más eficiente y segura.
Al igual que el cofundador de la farmacéutica Moderna, Noubar Afeyan, los cofundadores de BioNTech de Alemania, Özlem Türeci y Uğur Şahin, han dado a conocer que mucho antes de que surgiera el Covid-19, ellos ya estaban trabajando con vacunas de ARNm para tratar el cáncer.
“Llevamos más de 20 años trabajando en el ARNm. La razón por la que comenzamos fue nuestra visión de una terapia individualizada contra el cáncer, basada en la observación de los antígenos tumorales”, manifestó Uğur Şahin en la revista de investigación e innovación Horizon. “Entendimos que una terapia futura podría basarse en analizar el tumor del paciente y averiguar qué antígenos serían adecuados, y luego producir una vacuna basada en esta información”, agregó.
Ante la crisis epidemiológica
Como se recuerda, las vacunas basadas en ARNm fabricadas por Pfizer/BioNTech y Moderna se utilizaron masivamente en muchos países a partir de 2021, y ciertamente ayudaron a evitar innumerables muertes y enfermedades graves a causa del coronavirus SARS-CoV-2, sobre todo en personas de la tercera edad.
La clave de las vacunas de ARN se basa un concepto sencillo: utilizar el ARN, que es una molécula intermediaria entre el ADN y las proteínas, como herramienta terapéutica. La idea básica es que, si se administra un ARNm capaz de codificar una proteína terapéutica para tratar una enfermedad, las propias células pueden convertirse en pequeñas fábricas de producción del fármaco. Sin embargo, el desarrollo de medicamentos basados en ARN ha tenido que resolver una gran cantidad de problemas hasta poder llegar a la práctica clínica. Y los estudios de Karikó y Weissman han sido fundamentales para lograr este proceso.
En 2005, Katalin Karikó y Drew Weissman descubrieron que la respuesta inmunitaria que genera el ARN sintético al ser introducido en las células se podía evitar incorporando nucleósidos modificados en el ARN. También demostraron que las modificaciones aumentaban la estabilidad del ARN. En resumen, “encontraron una forma para que el ARN utilizado como terapia pasase inadvertido y no activase una respuesta inflamatoria, además de permanecer activo durante más tiempo”.
Y ahora, como potencial terapéutico, el ARNm se extiende hacia múltiples direcciones, desde el tratamiento de la gripe hasta enfrentar a otros patógenos o a variaciones del virus, e inclusive para tratar enfermedades no infecciosas, como el cáncer, donde se están diseñando vacunas de ARNm personalizadas que puedan producir proteínas capaces de reconocer marcadores de las células tumorales.
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