Para muchos emperadores romanos, emprender una guerra no cabía en su mente sin antes llevar a cabo ciertos rituales o consultar a augures, arúspices y oráculos. Entre los antiguos, las supersticiones antes de acontecimientos importantes como batallas, ceremonias o acuerdos eran cruciales por diversas razones.
Por un lado, ofrecían una sensación de control y seguridad en situaciones inciertas. Creer que ciertos rituales podían influir en el resultado de eventos importantes ayudaba a reducir la ansiedad y el miedo.
Por otra parte, hacían sentir que contaban con la aprobación divina, ya que muchas supersticiones estaban vinculadas a la creencia en dioses y espíritus, por lo que llevar a cabo rituales específicos era una forma de buscar la aprobación y la protección de los dioses antes de emprender acciones significativas.
Las supersticiones servían además para mantener la cohesión social. Los rituales y supersticiones compartidos fortalecían no nada más la unión de los grupos, sino la identidad cultural. Participar en estos actos colectivos ayudaba a enlazar a las comunidades y a reforzar las normas y los valores comunes.
A menudo, los antiguos buscaban en la naturaleza y en los eventos cotidianos signos para interpretarlos como presagios y augurios. Desentrañar estos signos era una forma de prever el futuro y así tomar decisiones informadas.
En la cotidianeidad abundan
Se volvió habitual entrar en una habitación siempre con el pie derecho, o romper un cordón al hacerlo, lo cual constituye un ejemplo de los símbolos supersticiosos de la antigua Roma. Era común también el llevar consigo una pata de liebre o de conejo como amuleto, para aliviarse de ciertas enfermedades o para ahuyentar la mala suerte.
Algunas de estas prácticas se heredaron en las civilizaciones posteriores, e incluso todavía siguen vigentes. En el mundo moderno, si las supersticiones interfieren de manera patológica con la vida normal, podrían llegar a relacionarse con algún síntoma de alguna patología del tipo trastorno obsesivo-compulsivo (TOC).
Y es que las supersticiones son creencias irracionales que consideran que un determinado comportamiento influye de alguna manera en la vida de una persona, aunque no concurra ninguna evidencia de que eso sea así.
Existen supersticiones negativas, pero también positivas, como lo son aquellas asociadas a la buena suerte, como por ejemplo los tréboles de cuatro hojas, o el cruzar los dedos, tirar monedas a una fuente o pedir deseos cuando se cae una pestaña.
El origen del concepto de superstición tiene que ver con un fenómeno descrito en la psicología conductista llamado condicionamiento operante, el cual fue mencionado por primera vez por B. F. Skinner.
Una persona puede asociar algo que le pasa, ya sea positivo o negativo, con una conducta en concreto. Por ejemplo, al acudir a un examen con una pulsera y obtener un muy buen resultado en ese examen, probablemente la persona se presentará a los exámenes subsecuentes portando la misma pulsera, con la creencia de que así volverá a tener éxito.
Y, en el sentido opuesto, se puede pensar de manera negativa, si, por ejemplo, un gato negro se le cruza a alguien en el camino y a ese alguien le ocurre algún accidente. A partir de ese momento, esa persona se fija más en todo lo negativo que le ocurre, dejando de lado lo positivo. Al hacerlo, consigue que su hipótesis se refuerce, con lo que puede llegar a dar por supuesto que la superstición es cierta. A este fenómeno se le llama sesgo de confirmación.
Según los psicólogos, el ser supersticioso está muy relacionado con la sensación de control. El hecho de que una persona temerosa haya conseguido algún beneficio, o evitar algo malo, guiándose por alguna superstición, hace que siga apoyándose en ella, ya que le proporciona más tranquilidad.
Cabe resaltar que las supersticiones son creencias que atribuyen poderes sobrenaturales a ciertos objetos, acciones, números o fenómenos naturales y en ocasiones están basadas en tradiciones populares asociadas con ideas de pensamiento mágico.
Pero, como en todo, cuando la superstición rebasa ciertos niveles y llega a convertirse en un trastorno obsesivo-compulsivo, la persona podría requerir apoyo psicológico especializado para valorar qué factores internos y externos pueden haber propiciado este comportamiento supersticioso, y así elaborar un medio para liberarse de la ansiedad que le genera el no tener control sobre su vida.
|
|
El año que comienza, con el pie derecho
Las supersticiones de Año Nuevo son rituales que muchas personas siguen con confianza y alegría para atraer buena suerte, mucha prosperidad y el colmo de la felicidad en el año que comienza; por ejemplo, comer doce uvas durante las campanadas del reloj con la finalidad de atraer buena suerte durante los doce meses del año.
Otra costumbre es usar ropa interior roja o amarilla; la primera atrae el amor y la pasión, mientras que la segunda trae prosperidad y dinero. Una tradición más es la de salir a la calle con maletas a medianoche, sobre todo para quienes desean viajar en el nuevo año.
También destaca la práctica de encender velas de colores; cada color de vela tiene un significado diferente: azul para la paz, amarillo para la abundancia, rojo para la pasión, verde para la salud, blanca para la claridad y naranja para la inteligencia.
Finalmente, la más significativa de estas usanzas es la de barrer hacia la puerta principal de la casa, ya que con ello se procura expulsar las malas energías del año que termina.
En el libro Breve historia de la superstición, de Stuart Vyse (Alianza Editorial, Madrid, 2022), se establece que la palabra superstición dio muchas vueltas hasta llegar al sentido que le damos hoy.
El término deriva del latín superstitio, que se compone de las raíces stare (“estar”) y super (“encima”). Juntas significan estar encima, y la palabra a veces se interpreta en el sentido de estar por encima de algo en shock. “Lo que va implícito es el hecho de atribuir demasiado poder o reverencia a algo que no lo merece.”
Las supersticiones más comunes
Algunas de las supersticiones más comunes tienen orígenes curiosos, por ejemplo:
Derramar sal: Esta superstición se originó en la Antigüedad, cuando la sal era un bien valioso. Para contrarrestar la mala suerte, se recomienda arrojar un poco de sal sobre el hombro izquierdo.
Gatos negros: En muchas culturas occidentales, los gatos negros se asocian con la mala suerte, especialmente si se cruzan en tu camino. Esta creencia proviene de la Edad Media, cuando se pensaba que los gatos negros eran compañeros de las brujas.
Romper un espejo: Este desastre se considera un presagio de siete años de mala suerte. Dicha superstición se basa en la antigua creencia de que los espejos reflejan el alma, y romper uno podría dañar el espíritu de la persona.
Tocar madera: Sin duda se considera una forma de alejar la mala suerte. Esta práctica tiene sus raíces en antiguas creencias paganas que atribuían poderes protectores a los árboles.
Decir “salud” al estornudar: Esta costumbre tiene su origen en la antigua Roma y en las épocas de las pestes, cuando se pensaba que el alma era vulnerable durante un estornudo.
El número 13: Esta cifra hace que muchos elevadores se salten ese número en los rascacielos y que haya aviones sin la fila 13; de hecho, la cifra es considerada de mala suerte en muchas culturas occidentales. Un viernes que caiga en el día 13 de cualquier mes se considera un día de mala suerte en la mayoría de las culturas anglosajonas.
En países de cultura hispana se considera al martes 13 un día de mala suerte, debido quizá a que Marte es el dios romano de la guerra, por lo cual el martes está regido por el planeta rojo, el de la destrucción, la sangre y la violencia. Además, la leyenda dice que un martes 13 se produjo la confusión de lenguas en la Torre de Babel.
Esta superstición puede estar relacionada con la Última Cena, donde 13 personas estuvieron presentes antes de la crucifixión de Jesús. Otras explicaciones apuntan a la cultura nórdica, donde una cena en el Valhalla se vio perturbada trágicamente con la llegada no invitada del decimotercer dios, Loki, el embaucador, que provocó la muerte de Balder, el dios de la alegría, lo que oscureció el mundo y convirtió el día en uno de infortunio.
|