En la Climate Action Summit 2019, que tuvo lugar hace unos días en la sede de la ONU en Nueva York, se escuchó con impaciencia a jefes de Estado, a empresas y a representantes de la sociedad civil, así como a muchos activistas, entre ellos los más radicales; lo que se anunció fue un abanico de medidas para enfrentar el cambio climático.
La tan esperada reunión de Nueva York, sin embargo, no dejó a todos satisfechos… Y así se hizo necesario mirar, con un gesto de alerta, el reloj, que corre de prisa, y el termómetro, que no para de subir. “Ya se está agotando el tiempo para reparar los estragos que se han acumulado en esta emergencia climática”, planteó Antonio Guterres, el número uno de la ONU, al inicio del encuentro. “No quedan ni diez años, ni cinco años: quedan sólo quince meses”, advirtieron los especialistas, señalando el calendario.
De hecho, el encuentro representó un reajuste en el reloj que se echó a andar a partir del Acuerdo de París en 2015. Como se recuerda, en dicha cumbre en la capital francesa se acordó detener el incremento de las temperaturas por debajo de 2º C en relación con los niveles preindustriales (e incluso se recomendó hacer un esfuerzo para contenerlo en 1.5º C).
Sin embargo, a estas alturas, si no se actúa con mayor rigor, los termómetros podrían marcar un aumento de hasta 3º C, lo que sería el preludio de más catástrofes climáticas (deshielos, ascenso del nivel del mar, olas de calor y más ferocidad de los fenómenos extremos, como por ejemplo El Niño, que alientan incendios, ciclones y epidemias). Los casos de caos se volverían más frecuentes.
La pesca, por otro lado, se verá mermada, lo cual tendrá repercusiones en la alimentación en todo el planeta. Desde otro ángulo, el nivel del mar podría aumentar 43 centímetros de aquí al año 2100. También descenderán las concentraciones de oxígeno, de 3 por ciento a 4 por ciento. Los arrecifes de corales sufrirán grandes daños. El casquete polar y los glaciares podrían desaparecer.
En octubre, los científicos expertos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) alertaron que, para contener el aumento de las temperaturas en un nivel seguro (por debajo de 1.5º C), las emisiones de dióxido de carbono (CO2) deberían reducirse en 45 por ciento para el año 2030. Esto como un paso intermedio en el incansable afán de conseguir reducciones más drásticas para el año 2050.
Bajo los actuales compromisos del Acuerdo de París, los países firmantes (todos menos Estados Unidos) tienen un plazo hasta el final de 2020 para actualizar o mejorar las promesas, contribuciones o planes nacionales de acción climática (con un horizonte de entre 5 y 10 años).
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Eso quiere decir que para alcanzar la reducción de gases de 45 por ciento en 2030, las nuevas contribuciones se tienen que aprobar con suficiente antelación y se deberán poner sobre la mesa en la ONU hacia finales de 2020.
Encuentros y desencuentros
La reunión en Nueva York fue en realidad de mucho ruido, pero pocas nueces. Fue más bien una evaluación previa a la reunión en Glasgow, Escocia, que señala como primera fecha fatal diciembre de 2020; y eso sólo para aspirar a un clima más estable. Por lo pronto, entre hoy y esa fecha la comunidad internacional dispone de un brevísimo lapso para reparar, ajustar, enmendar y adecuar lo firmado en el Acuerdo de París, así como para revisar con detalle los cabos sueltos de la emergencia climática que prevalece.
Mientras tanto, el volumen de los reproches, gritos y pretextos provocó sordera en todos los bandos. Se multiplicaron las solicitudes para emprender acciones más concretas. Estos reclamos se siguen produciendo sin parar. Tal es la actitud de los militantes del movimiento ecologista de desobediencia civil Extinction Rebellion (XR), quienes han emprendido acciones en todo el globo para protestar contra la inacción frente al cambio climático.
XR, que en la actualidad congrega a 500 grupos en 72 países, surgió a finales de 2018 en Reino Unido como iniciativa de un grupo de activistas que impulsa la desobediencia civil no violenta. Bajo el nombre de Rebelión internacional, emprendieron dos semanas de acciones en 60 ciudades del planeta, entre ellas Ámsterdam, Buenos Aires, Madrid, Río de Janeiro, Bogotá, Viena y México.
Extinction Rebellion cuenta con el respaldo de la ahora famosa Greta Thunberg, una adolescente de origen sueco que lanzó el desafío: “Si a los adultos no les importa mi futuro, a mí tampoco”, y bajo esa premisa Thunberg dejó de asistir a clases para mostrar su inconformidad y hacer notar la falta de acciones para revertir el calentamiento global.
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