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Marzo 2019 / No. 684   Mitt

Friedlieb Ferdinand Runge Un químico que soñaba mucho y que dormía poco

Hace 225 años, el 8 de febrero de 1794, nació Friedlieb Ferdinand Runge en Billwerder, cerca de Hamburgo. Fue uno de los pocos químicos en el siglo XIX que ostentaban un doble doctorado, y realizó importantes contribuciones a la industria; sin embargo, se le menciona más seguido por un hallazgo suyo: la cafeína.

 

La vida y milagros del extraordinario científico Friedlieb Ferdinand Runge sorprendió a muchos hace unas semanas, ya que fue motivo de un doodle, es decir, de una mención especial que hace Google en su buscador, con ilustración y todo, para conmemorar el 225 aniversario de su nacimiento.

 

El homenaje quiere hacer justicia a uno de los químicos analíticos alemanes que a pesar de sus enormes logros, en particular el de la cafeína, fue ignorado por la cultura de masas, con todo y haber explicado con todo detalle cómo funciona en el organismo la dosis de café que se saborea todas las mañanas en todo el mundo.

 

 

Runge estudió la profesión de farmacéutico, y de ahí continuó con la de químico; en 1816 se matriculó en Medicina en la Universidad de Berlín; dos años después siguió sus estudios en Gotinga, y luego en Jena. Como estudiante en la Universidad de esta localidad, en 1819,

bajo la tutela de Johann Wolfgang Döbereiner, reprodujo un trabajo botánico acerca de la intoxicación con belladona y beleño.

 

Nuestro científico se había percatado de manera accidental del efecto de la belladona para dilatar las pupilas de un gato, descubrimiento que presentó de manera formal ante su círculo de amigos. Entre ellos figuraba el joven escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe, quien, impresionado con el experimento, retó a Runge a que analizara químicamente unos granos de café.

 

El resultado fue que, al año siguiente, 1820, halló la cafeína, la sustancia psicoactiva más consumida del planeta. Se estima que cada segundo se beben en el mundo más de 20 000 tazas de café, es decir, 2000 millones de tazas al día, aparte de muchos refrescos de cola, que también contienen esta sustancia, la cual, hay que reconocerlo, ayuda a la gente a activarse.

 

 

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UNA VIDA LLENA DE LOGROS CIENTÍFICOS

 

De regreso con Runge, hay que agregar que este científico no obtuvo muchos beneficios económicos con sus hallazgos. Y si bien aparece en un lugar destacado en la historia de la Farmacia y de la Química gracias a otros descubrimientos que beneficiaron a la industria, como la anilina, el fenol, la quinina, el pirrol, la atropina, los tintes de alquitrán y la cromatografía, él nunca conoció la riqueza.

 

Con la publicación del libro sobre sus Recientes descubrimientos fitoquímicos para establecer la Fitoquímica Científica, se dedicó a impartir clases de química técnica y de química plantas. En Berlín elaboró una tesis sobre el tinte índigo y sus compuestos con sales metálicas y óxidos metálicos.

 

En 1823 emprendió un viaje a París, la capital de la química en aquellos años, para perfeccionar sus estudios. En 1832 se separó de la academia para asumir la administración técnica de una fábrica de productos químicos en Oranienburg. Un año más tarde, en 1833, produjo por primera vez, mediante destilación de alquitrán de carbón, el fenol y la anilina. Años después, en 1850, el Estado compró la fábrica; a los dos años, Runge fue despedido, con el pretexto de que “pasaba poco tiempo en el trabajo”; sin embargo, en ese periodo escribió siete libros.

 

A pesar de las vicisitudes, y de sufrir carencias, su pasión por la investigación lo empujó más y más hacia la química práctica, campo en el que realizó trabajos destacados para la producción de fertilizantes artificiales. Runge destacó también por sus contribuciones a la química inorgánica.

 

Al final, 28 años después del descubrimiento de los tintes de alquitrán de hulla, Runge fue homenajeado en 1862 en el Congreso Industrial de Londres. En esa época recibió igualmente reconocimientos en Berlín. El 25 de marzo de 1867, a los 72 años, sin haberse casado nunca, Runge falleció en Oranienburg, y fue enterrado en el cementerio municipal. Como escriben sus biógrafos: “Su gran labor científica contrasta con la escasa repercusión que tuvieron en vida sus descubrimientos, aunque su legado lo haya situado entre los químicos más destacados de la historia moderna.”

 

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En un estudio publicado en la revista Science hace apenas un lustro, en 2013, se explica que las hojas de la planta de café contienen fuertes concentraciones de cafeína que le sirve al cafeto para evitar que otras plantas competidoras crezcan en los alrededores.

 

¿A quién no se le antoja un aromático café?

 

 

APENAS DESPERTAR, lo primero que viene a la mente es un café. El café y la cafeína están conectados a nuestro inconsciente colectivo. El café se asocia con reactivarse, y es, además, una de las bebidas más populares del mundo.

 

Nuestros sentidos cobran conciencia de su color oscuro y de su temperatura cálida por las humeantes curvas que se dibujan sobre la taza. Es de esos símbolos culturales que se disfruta con cada uno de nuestros sentidos. Su aroma por la mañana es sinónimo de desayuno, y su sabor amargo nos hace aterrizar de golpe en la realidad.

 

La cafeína evolucionó en varias plantas (por convergencia); no sólo las de café producen cafeína. Ésta se encuentra asimismo en el té, en el mate y en el cacao, pero en cantidades menores. Quizás eso explique por qué estimula tanto saborear una barra de chocolate.

 

Esta sustancia, tan importante en nuestra época, es uno más de los 4000 compuestos químicos producidos por las plantas, mismos que se conocen como alcaloides (entre ellos figuran la cocaína, la heroína, la morfina, la nicotina, la quinina y la salicina, ésta última es la sustancia precursora de la aspirina).

 

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Algo curioso que se menciona en ese estudio es que la evolución de la cafeína le debe mucho a los insectos polinizadores; según Science, “pequeñas cantidades de cafeína en el néctar de las flores hace más probable que los polinizadores recuerden su aroma y regresen a ellas”. Por otro lado, se sabe que la cafeína “estimula la memoria de las abejas”. Así que el ser humano no es el único beneficiado por las propiedades de este compuesto al que tantos se han aficionado.

 

Se dice que el consumo excesivo de la cafeína puede ser fatal. Hace dos años, en 2017, David Cripe, un joven, murió por problemas cardíacos inducidos por un alto consumo de bebidas energéticas. De ahí que la Food and Drug Administration [FDA], la agencia reguladora de alimentos y medicamentos de Estados Unidos, haya sugerido no exceder el consumo de 400 miligramos de cafeína (o cuatro tazas de café) al día, y en el caso de mujeres embarazadas no más de 200 miligramos.

 

Investigaciones más recientes aún sugieren que la cafeína funciona como un estimulante para el organismo, pero se debe determinar la cantidad exacta para que tenga un efecto positivo en el cuerpo.

Alex Arteaga

La doctora Zoe Williams, en el programa televisivo de la cadena BBC “Confía en mí, soy médico” (Trust me, I'm a doctor), explica que “cuando haces ejercicio, tu cuerpo produce un químico que te hace sentir cansado, llamado adenosina, la cual funciona como un regulador de energía. Lo que hace la cafeína es bloquear los receptores de adenosina en tus nervios, por lo que el cerebro percibe menos dolor y fatiga, y eso se traduce en que la persona sea capaz de aguantar más tiempo.” La cafeína actúa como estimulante en ejercicios de resistencia, como correr o andar bicicleta. Lo importante es no excederse nunca de la cantidad recomendada.

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