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Febrero 2022 / No. 713   Mitt

Nos quedamos solos

¿Estamos ya en la sexta extinción masiva del mundo?

En los últimos 600 millones de años han ocurrido cinco extinciones masivas. Los seres humanos que viven el día de hoy están iniciando una sexta, y son testigos del comienzo de la primera extinción masiva en 65 millones de años.

Debido a su impacto, algunos científicos comparan al hombre y a sus acciones con un desastre natural; por eso argumentan que desde mediados del siglo XX ya no estamos más en el Holoceno, sino en una nueva época llamada Antropoceno.

¿Qué significa la pérdida de biodiversidad para nosotros y el medio ambiente? A diferencia de las otras ocasiones, esta sexta extinción masiva –o extinción del Antropoceno– es la primera causada por el ser humano, y conlleva el cambio climático, la destrucción del hábitat, la contaminación y la agricultura industrial.

El autor de esta propuesta es Paul J. Crutzen, ganador del Premio Nobel junto con Mario Molina. Crutzen halló que a partir de 1952 es posible detectar la huella radioactiva del ser humano –producto de la detonación de bombas atómicas– en los estratos terrestres.

Gerardo Ceballos, director del Laboratorio de Ecología y Conservación de Fauna Silvestre de la UNAM, determinó que hace dos millones de años (durante el Pleistoceno) debían pasar 10 décadas para que desapareciera una de cada cinco mil especies. “Después contrastamos este estimado con lo que ocurre en la actualidad, y vemos que dicho ritmo se ha elevado hasta en un centenar de veces; es decir, el hombre ha acabado en sólo un siglo con las especies que a la naturaleza, en condiciones normales, le tomaría 10 mil años extinguir.”

En las extinciones masivas, al menos tres cuartas partes de las especies dejan de existir en un lapso de unos 3 millones de años. Pero muchos creen que, al ritmo actual, vamos en camino de perder esa cantidad en unos pocos siglos. De hecho, en las próximas décadas al menos un millón de especies estarán en riesgo de desaparecer.

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Aguas con el agua

Como se sabe, gran parte del agua dulce del mundo procede de humedales como los que descienden del Himalaya, que abastecen a unos dos mil millones de personas. Si sistemas como estos se colapsaran como resultado de impactos que incluyen la floración de algas y el retroceso de la vegetación, la humanidad podría perder mucha agua para beber y para uso agrícola.

A medida que los bosques retroceden, es probable que los patrones de lluvia cambien, secando aún más el paisaje, como se ha visto en el Amazonas. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación calcula que a partir de 2015 se han talado unos 10 millones de hectáreas de bosque cada año.

Y con la pérdida de árboles y vegetación –reguladores fundamentales del dióxido de carbono atmosférico– se anticipa que el cambio climático empeore, desencadenando más fenómenos meteorológicos extremos. Además, también aumenta el riesgo de incendios forestales. Por otra parte, las pérdidas de cosechas y otras amenazas ecológicas probablemente desencadenen migraciones masivas para escapar del hambre y de los conflictos ocasionados por la disminución de los recursos.

La Lista Roja

A fin de evitar el agravamiento de estos escenarios, señaló Ceballos, “es preciso actuar inmediatamente, pues las plantas y animales silvestres son la base de los servicios ambientales; de ellos dependen la combinación adecuada de los gases de la atmósfera, la calidad y disponibilidad hídricas y la fertilidad del suelo, entre muchos otros aspectos esenciales para el buen desarrollo de la vida en la Tierra”.

Hay que tomar en cuenta que una especie se clasifica como en peligro cuando su población ha disminuido entre 50 y 70 por ciento, y cuando su población se limita a menos de 250 individuos maduros. Si la población de una especie es tan baja, no se toma en cuenta su área de ocupación.

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La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, UICN, elabora minuciosamente la Lista Roja, que constituye la base fundamental de los conocimientos científicos sobre la pérdida de especies. Actualmente hay 41 415 especies registradas en la Lista Roja, de las cuales 16 306 son especies en peligro de extinción. Dicha cifra es superior a las 16 118 del año pasado. Esto incluye tanto a los animales como a las plantas en peligro de extinción.

Aún no es tarde

Sin embargo, la investigación demuestra también que los esfuerzos de conservación funcionan. Un estudio reciente reveló que de no haber sido por las intervenciones de conservación, las pérdidas habrían sido de tres a cuatro veces peores desde 1993.

En México se cuenta con un pequeño banco de material genético que posee más de mil 300 muestras de 29 especies diferentes para su preservación: se trata de un zoológico congelado que guarda tejido ovárico, óvulos, espermatozoides y muestras de piel de distintos animales, con el objetivo de prevenir la extinción de esas especies.

Fernando Gual Sill, director general de zoológicos y conservación de la fauna silvestre, reconoce que “no sabemos qué va pasar con muchas especies, y hay que resguardar el material genético para el futuro, pues probablemente en el futuro podremos clonar animales que ya dejaron de existir, que se extinguieron”.

La ampliación de los éxitos de conservación –como la reintroducción de castores en Europa– parece ser un arma clave en la batalla contra la pérdida de biodiversidad. Elizabeth L. Bennett, vicepresidente de la Wildlife Conservation Society, organismo para la conservación de especies, cree que establecer grandes áreas de conservación puede suponer una diferencia significativa para la biodiversidad. El objetivo de la conservación de la fauna es garantizar la supervivencia de estas especies y educar a las personas para que convivan de forma sostenible con otras especies.

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Desarrollar áreas de protección como parques nacionales y santuarios de vida silvestre ayuda para proteger a los animales en su hábitat natural. Las especies amenazadas y vulnerables pueden mantenerse en cautividad en lugares como los santuarios locales y criarse para aumentar su población. La tala de bosques debería estar prohibida estrictamente. La destrucción del hábitat es la principal amenaza para 85 por ciento de las especies amenazadas y en peligro, según la UICN. Es evidente que este riesgo se reduce al plantar árboles autóctonos, restaurar humedales o limpiar las playas.

Como parte de los ecosistemas del mundo, la fauna silvestre proporciona equilibrio y estabilidad a los procesos de la naturaleza. El objetivo de la conservación de la fauna es garantizar la supervivencia de estas especies y educar a las personas para que convivan de forma sostenible con otras especies.

Es preciso recordar que ahora, 65 millones de años después de la última extinción masiva, la cual marcó el fin de los dinosaurios en el planeta, los científicos advierten que “estamos en los primeros estertores de otra aniquilación de este tipo”.

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